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domingo, 3 de septiembre de 2017

Si de mañana vienes.


Ana. María. Y Soledad.

     1. Si de mañana vienes.
Si vienes por la mañana, no traigas flores.
Si vienes al medio día, trae un jazmín.
No mires, niña, por la ventana, que se te enfría la nariz.
Si tienes romero, déjalo crecer.
No son dos luceros tus ojos verdes, niña, son dos hojas de laurel.
Ay, niñita yo te miro. Debajo de la luna yo te miro.
Que vienen ojitos de lucero a buscar agua al pozo debajo de mi ventana.
Debajo de mi ventana yo te quiero mirar, de madrugada.
Ay, yo te quiero, mirar de madrugada. Yo te quiero.
Y yo me muero si debajo de la luna no están ojitos de laurel.
Debajo de la luna.
Ay yo me muero si no te alcanzo, si no te alcanzo con mi mirada.
Yo me muero.
Mira que dejas mi alma tan seca sin tu miradita, ojitos de lucero.
Bajo la luna yo te espero. Yo te espero.

He esperado tanto tiempo al lado del río.
He esperado tanto tiempo que se acaba lo feliz.
Se me enfría la nariz y está mojada la falda.
Está mojada de tanta agua salada que llueve, que llueve del ojo al agua pasada.
Pregunta mi fortuna a dónde va a llegar.
Dijo, muerte sería su suerte.
Si a la fuente bajas, mi vida.
Toma cuidado del agua.
Que el reflejo que en ella tú miras, a las mujeres engaña.
Si vienes por la mañana/ Si a la fuente bajas mi vida.
No traigas flores.

María.- Un día decidimos salir de aquí. Tomar el tren. A donde sea. Salir.
Mi madre tomó una maleta grande y la llenó con todo lo que consideraba importante.
Yo no quise cargar nada. Dejé que todo se hundiera en el olvido. Tomé un abrigo. Un par de zapatos cómodos. Y salimos de casa. Avanzamos por la estación. Mi madre llora. Yo la tomo del brazo. Avanzamos torpemente con la gran maleta. En mi cabeza suena una canción que mi madre me cantaba para dormir. “Si a la fuente bajas mi vida, toma cuidado del agua…” Pero yo quiero viajar lo más ligera posible. Repito la frase una y otra vez, hasta que consigo dejarla botada en una de las bancas de la estación.  

Ana.- Cuando mi papá se enojaba con nosotras, no nos pegaba. Sólo se ponía muy serio sin  mirarnos a los ojos. Caminaba dando resoplidos e hinchando el pecho. Yo tenía miedo de que algún día el pecho le reventara de tanto rencor. No nos pegaba porque no le gustaba vernos llorar. Estaba en casa poco tiempo. Llegaba unas temporadas, pero dejaba la mente en otro lugar. Lejos de casa. En éste pueblo los hombres se van. Es así. Vivimos rodeadas de soledad. Resignadas. Te casas. Te llenas de hijos. Y luego tu marido se va. Como todos los demás. Como tu padre antes. Como tus hermanos. Los hombres sólo vuelven a ésta tierra cuando se les acerca la muerte. Cuando sus brazos no pueden cargar más palas ni piedras. Regresan a morir en las manos de las mujeres que un día les dieron la vida.  Pero estamos cansadas. Tan cansadas de cargar con la muerte. Así que partiremos en un tren hacía la vida. Buscando la vida.

María.- Suena el silbato. Un tren se acerca. Un pequeño grupo de mujeres se mueve inquieto.

Ana.- El tren se detiene. Se abre la puerta.

María.- Las mujeres se preparan para saltar dentro. Pero algo las detiene.

Ana.- De dentro del tren sale un grupo de hombres armados.

María.- Son soldados. Pero, ¿son de los nuestros? ¿Son nuestros hombres que vuelven de la guerra?

Ana.- Un soldado levanta el rifle y apunta a las mujeres.

María.- La muerte de la que intentamos escapar nos tiende la mano, los dos brazos.

Soledad.- Una mirada fija. Una leve sonrisa. Un beso.


    2. Recuerdos.
Lo cogí maduro, yo lo cogí, sentada entre palmas fue que lo vi,
cuando se caía yo le corrí, y antes que estrellara yo lo cogí.
Entre las guayabas yo te miré, cuando maduraron no te encontré.
Llena de tu ausencia me las comí, toda indigestada yo te sufrí.
Con las hojas verdes fue que cubrí, el recuerdo antiguo de tu querer.
Pero se secaron y ahora hay que ver, la melancolía que se hizo abrir.
La cogí madura, yo la cogí. Y ahora me la como y siento escurrir,
la miel que se endulza con el ayer, y que con el tiempo he de merecer.

Y miro pa’ riba, pa’ donde voy.
Y miro acá abajo acá donde estoy.
Y miro hacia atrás, hasta donde fui.
Y así me pregunto cuándo me perdí.

Me alcanzó la noche, yo me escondí. De los matorrales yo me abracé.
Pero estaba oscuro y no me fijé. Que eran cien espinas las que sentí.
Y salió la luna que me miró. Con mi piel rasgada y el guayabón.
Con su carcajada ella me sonrío. Y me dijo búscate otro rincón.

Y miro pa’ riba, pa’ donde voy.
Y miro acá abajo acá donde estoy.
Y miro hacia atrás, hacia donde fui.
Y así me pregunto cuándo me perdí. ¿Cuándo me perdí?
Y así yo te dejé, como una guayaba clavada en la pared.

Soledad.- Siempre fuiste mi orgullo. Caminar tomada de tu brazo fue el mayor gusto de mi vida. Sé que mi vida no ha terminado. Pero también sé que no volveré a ver momentos tan felices. Acepté lo que me tocó vivir de la mejor manera posible. Me enseñaron que ese era mi papel y lo cumplí con gusto. No me avergüenza decir que me casé joven. Tuve tres hijos maravillosos a los que amo, y que a su manera también me amaron. Me enamoré de un hombre que se volvió soldado porque al él le enseñaron que eso era la vida. Y se fue de mi lado buscando, la vida. Así nos enseñaron, y cumplimos bien nuestro papel. Me quedé esperándolo. Me dijeron que tenía el derecho de cerrar sus ojos cuando llegara el momento. Y que podría descansar a su lado, de una vez y para siempre. Vi crecer a mis hijos mientras esperaba. Uno de ellos se fue también. A buscar la vida. Se fue y lloré por él, un tiempo. No tanto porque me doliera, sino porque me dijeron que así tenía que ser. Lloré y seguí esperando. Tengo piernas fuertes. Mis ojos son dos pozos infinitos. Y mis manos, añoran tus manos.  


    3. Diluvio.
Mariposa. Mariposa del diluvio.
Llévate tus alas dentro, para seguir lloviendo.
Llévate tus alas dentro, para seguir fluyendo.
Mariposa de agua. Mariposa del diluvio. De colores.
Llévame contigo, quiero ver la lluvia.
Llévame contigo, lejos, lejos.
Quiero ver tu país, y tus colores, y tu nariz.
Llévame tan lejos que yo sienta que ya no puedo más.

María.- Hay gritos. Corro con mi madre. Su maleta ha quedado tirada a mitad de la estación, y todas sus cosas, su vida entera, ha quedado regada por el suelo. Hay llanto y sangre. Los hombres corren tras nosotras.

Ana.- Estoy en el suelo. De mi vientre brota sangre. Como una fuente.

María.- Las puertas están cerradas. Estamos atrapadas. Siento el abrazo de mi madre.

Ana.- Otra mujer yace a mi lado. Toma mi mano y la aprieta fuerte. En otra vida, esto sería diferente. Tú y yo, en otra vida.

María.- Escucho una detonación. Un cuerpo cae detrás de mí. Otra detonación. Y otro cuerpo que cae.

Ana.- La mano se vuelve niebla y me suelta. Lanzo un último suspiro.

María.- Seguimos de pie. Abrazadas. Un soldado apunta hacia la puerta y hace volar el candado. Hay una pila de cuerpos tras él. Un grupo de hombres muertos. Y un río de sangre.

Ana.- En otra vida, esto sería diferente.

María.- El soldado nos sonríe y nos dice con sus ojos extraños que sigamos corriendo. Nos damos la vuelta y salimos por la puerta. Alcanzamos a escuchar una última detonación.


    4. Mata que crece y desvanece.
Dicen que te vas de aquí, dicen que te vas pa’l monte.
Ay, yo me quedo aquí esperando tu rebote.
Dicen que pa’ donde vas encontrarás otra vida.
Pero me dejas a mí, ay qué grande hipocresía.

Sobre el monte no deja de llover. Aguacero en mayo.
Pero hay sequía en mi jardín. Todo el año.

Dicen que te fuiste ya, dicen que te fuiste al monte.
Y yo estoy sentada aquí contemplando el horizonte.
Dicen que tú volverás uno que otro de estos días.
Pero ya pasé otro mes esperándote, mi vida.

Sobre el monte no deja de llover.
Pero hay sequía en mi jardín. Riégalo, papá.

Dicen que te fuiste ya, que no estás más en el monte.
Dicen que en caballo vas y agarraste ya pa’l norte.
Y yo siento que mi sangre cada día está más fría.
Ay Dios, mándame un doctor que me cure de ésta herida.

Sobre el monte no deja de llover. Gota a gota
Pero hay sequía en mi jardín. Y el corazón me explota.
Sobre el monte no deja de llover.
Pero hay sequía en mi jardín. Pero hay sequía en mi jardín.

Y es que hay quienes viajan en cuerpo.
Y hay quienes viajan en alma.
Tú te vas dando vueltas por el mundo y yo te acompaño desde mi cama.
¿A dónde vas? Llévame contigo. Hazme un cachito en tu corazón.
Espérame tantito. No, porque tengo prisa. Por eso no me da risa.


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